Silvio, Pablo, Serrat son ejemplos de lo que es tocar música propia de
sus países y esto lo que caracteriza a la nueva trova. Es imposible siquiera creer que alguna vez alguno de los artistas mencionados toque (o por lo menos hayan tocado), por ejemplo, bossa nova. Esto se entiende de una manera fácil: usan su música para llevar – y en términos más si se quiere publicitarios – posicionar a su nación. Claro, estamos hablando de hace más de 40 años, de muchos discos en su haber y, por sobre todo, de una cultura muy propia. Particularmente, es en este aspecto del análisis que se nota un gran contraste con los trovadores contemporáneos. Sin necesidad de salir del país, Rafo Raez interpreta géneros el rock, blues, reggae, ska, punk. No le hace asco a otras maneras de expresión. De la misma forma, el uruguayo Jorge Drexler, la cantautora argentina Fabiana Cantilo o Kevin Johansen hacen de las milongas o el rock – aquella variación argentina – y hasta del propio folclor peruano, una propuesta cosmopolita de
la vida. Con esto hacen valer la frase de Los Prisioneros: “No necesitamos banderas”. Y si existe una diferencia entre los géneros de ambas épocas, también lo está – y sería un pecado no mencionarlo – en el beat. Mientras que por un lado tenemos ritmos lentos, tranquilos, acompañados de melodías que evocan a la pasividad – cosa en casos contradictoria debido al mensaje de la letra – la contemporaneidad ha dado una salida más jocosa, más dinámica, si se quiere, a los actuales y no tan noveles exponentes del género.


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